Bienvenidxs jóvenes en este espacio estaremos interactuando y compartiendo conocimientos y opiniones
Como primera ayuda didáctica les dejo el documento que leeremos esta semana próxima, del 26 al 30 de agosto, cualquier inquietud pueden escribirme y trataré de contestarles lo antes posible. Que disfruten la lectura !!!
Movimiento
obrero y protesta
social en Colombia. 1920-1950*
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-193 equipo 1
ROBERTO
GONZÁLEZ ARANA
Profesor del Departamento de Historia y
Ciencias Sociales, investigador del grupo Agenda Internacional y director del
Instituto de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad del Norte
(Colombia).
IVONNE
MOLINARES GUERRERO
Profesora e Investigadora del Grupo
Agenda Internacional del Departamento de Historia y Ciencias Sociales,
Universidad del Norte (Colombia).
El texto completo queda en el blogger https://cienciassocialesactivaspaula.blogspot.com/2019/08/ayudas-9.html
La discusión sobre los movimientos
sociales está asociada a la lucha de clases, mencionada por Marshall, quien
afirma que en el siglo XIX en Inglaterra “el sufragio político no era uno de
los derechos de ciudadanía. Era el privilegio de una clase económica escogida,
cuyos límites se ampliaban con cada nueva Reform Act”1.
Los pertenecientes a las clases no elegidas, entonces, eran considerados
ciudadanos pero sin voz ni voto; protegidos por la denominada Ley de Pobres y
conculcados en su posibilidad de elegir ocupación o trabajo por el Statute of
Artificers isabelino, de un lado, que limitaba el acceso a ciertos oficios a
determinadas clases; y, de otro, por las reglamentaciones locales que
reservaban el empleo en una ciudad para sus habitantes, y también por
considerar la formación de aprendiz más como un instrumento de exclusión que de
pertenencia2. Es decir, las clases económicas menos favorecidas se encontraban
con el reto de su propia condición, aunada a las condiciones del sistema. Para
la Inglaterra de la época, esta manera de apoyo a los menos favorecidos
económicamente se mantuvo por medio de reformas acordes con diferentes
circunstancias, como malas cosechas o sequías, y de la instauración del Estado
de bienestar, posterior a la Segunda Guerra Mundial. Este Estado de bienestar,
que se expresó en lgunos derechos de los ciudadanos, se tradujo luego en
derechos de los que trabajaban y aportaban al bien de la nación. Fueron ellos
de los primeros en manifestarse de manera colectiva en pos de cambios. Con la
industrialización, sus posibilidades como fuerza conjunta se hicieron visibles
y “reconocidas”.
En América Latina, el movimiento obrero
ha sido uno de los actores permanentes del escenario de conflictividad social,
en el cual la lucha a través de la movilización ha sido una constante por
alcanzar la equidad y mejores condiciones, en este caso laborales. Este también
ha sido el otro soporte de las fuerzas populares en el continente, junto con
los movimientos campesinos.
Sus primeras formaciones se encuentran en
las poblaciones mineras de finales del siglo XIX. En la primera década del
siglo XX encontramos una primera ola de industrialización en varios países de
la región que se sostuvo en gran parte con el trabajo de inmigrantes europeos,
particularmente españoles e italianos3.
Esta nueva gente trajo consigo sus
ideales, imaginarios y su experiencia de lucha social, que pudo manifestarse en
estas tierras a través de las inconformidades de artesanos y otros
trabajadores, que empezaron a expresarse a través de la “huelga general
revolucionaria a la cual se aproximaron hacia finales de 1910 —después de la
expansión industrial durante la I Guerra Mundial y la contracción económica que
le sucedió—”4. Como sostiene Nieto Arteta5, hacia 1850 eran ya tan vigorosos los
grupos sociales deseosos de extinguir y destruir la economía colonial, que esa
prepotencia obligó al Gobierno a inclinarse ante sus exigencias. Esta
afirmación se relaciona también con el estado de la economía colombiana para la
segunda mitad del siglo XX, marcada por la fuerte herencia de las instituciones
poscoloniales.
A partir de la teoría de los movimientos
sociales, los obreros son entendidos desde la óptica de lo “clásico”, pues
ellos provienen de movilizaciones con acento económico y expresan su conflicto
con el orden institucional, el cual pretenden cambiar con su lucha. Turner y
Killian establecen que un movimiento social puede definirse como una
colectividad que actúa con cierta continuidad para promover o resistir un
cambio en la sociedad (o grupo) de la que forma parte6. En el recorrido de los
obreros nos encontramos con esta continuidad, pues desde principios del siglo XX hasta hoy siguen en búsqueda de
reivindicaciones, y con el objetivo de cambio social, o de resistencia a él. Expresan además su inconformidad con el
modelo económico y su discurso del desarrollo, y hoy se oponen a los pasos
globalizadores de los tratados de libre comercio.
Así las cosas, definir este movimiento
desde una perspectiva clásica nos obliga a establecer un enemigo u oponente,
que para el caso es el modelo económico y la complacencia del Estado con este.
Su finalidad siempre será colectiva, pues busca la transformación de la
sociedad. Lo que no resulta muy fácil definir es si las transformaciones
anheladas obedecen a cambios parciales, por lo cual cabrían en la tipología de reformadores, o si son cambios totales, que los
clasificarían entonces como revolucionarios7. Sin embargo, si observamos el
recorrido del movimiento obrero en América Latina8, se podría avizorar que,
después de los totalitarismos en la región —iniciados en 1968 en Perú con un
gobierno militar nacional democrático— y la inminente derrota de Estados Unidos
en Vietnam, se generó un ambiente de represión estatal, que incluso rayaba en el
terror. Por ello es natural “que el movimiento obrero haya renacido hacia fines
de la década de los setenta y los ochenta bajo formas más cautelosas y que
asumiera las banderas de los derechos humanos, de la amnistía y del
restablecimiento de la democracia”9.
Desde esta perspectiva, nos encontramos
ante un movimiento social “clásico” que ha trascendido el tiempo, y que además
ha ajustado sus demandas a un modelo económico hegemónico, que nunca ha
presentado más alternativa que la diferencia entre una clase que produce y otra
que aprovecha. Más allá de estos elementos, el movimiento obrero colombiano ha
enfrentado década tras década, desde el pasado siglo XX, los embates de una
sociedad que consume, y que además se ha mundializado, sin resolver los
problemas de fondo.
Esta introducción pretende que, al
revisar el movimiento obrero colombiano, en este caso durante la primera mitad
del siglo pasado, no se lo enmarque solamente en la herencia de las
revoluciones europeas de la industrialización, las revoluciones agraristas de
México o la bolchevique en Rusia, sino que se le reconozcan sus propias
reivindicaciones. Así mismo, sus posibilidades de ajustes a las luchas por el
cambio social, más allá de la imagen que muchos pueden guardar en su memoria de
un grupo de personas con los mismos rostros, que levantan el puño en la
tradicional marcha del 1.° de mayo.
Conclusiones generales
Como se puede apreciar, las luchas y
protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia no fueron
un fenómeno aislado del contexto internacional, lo cual no significa que
obedecieran exclusivamente a influencias foráneas sino que fueron consecuencia
de un capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en explotar
al máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y
la estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la
Iglesia, intentara neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento
del movimiento social urbano. El país fue laxo con el gran capital que llegó a
modernizar y a imponer un orden que no respetó los derechos de los obreros. Más
bien se estigmatizó su lucha asociándola con los movimientos anarquistas,
bolcheviques o comunistas que tuvieron influencia en el país.
1 Thomas Marshall, Ciudadanía y clase
social (Madrid:
Alianza, 1998), 30.
2 Marshall, Ciudadanía y
clase, 27.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
3 Theotonio dos Santos, “De la resistencia
a la ofensiva: el programa alternativo de los movimientos
sociales”, Osal V, n.o 15 (2004): 69.
4 Dos Santos, “De la resistencia”, 70.
5 Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía y cultura
en la historia de Colombia (Bogotá: Siglo XX, 1942), 107.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
6 Ralph. H. Turner y Lewis M. Killian, Collective
Behavior (Englewood
Cliffs: Prentice-Hall, 1987), 3-4.
7 Doug McAdam y David A. Snow, eds. Social Movements:
Reading on Their Emergence, Mobilization and
Dynamics (Los Ángeles: Roxbury,
1997), xix.
8 Véase para ello: Charles Berquist, Los trabajadores
en la historia latinoamericana. Estudios comparativos de
Chile, Argentina,
Venezuela y Colombia (Bogotá: Siglo XXI, 1988).
9 Dos Santos, “De la resistencia”, 72.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
Leer
y compartir con lxs compañerxs a partir de:
1.
Encontrar la idea principal del texto, 2. La definición del movimiento obrero,
3. Las causas de su surgimiento y 4. El
contexto histórico mundial en el que se desarrolla. Entre otras categorías que
quieran analizar. 5. Relación de la conclusión general con el texto.
Movimiento
obrero y protesta
social en Colombia. 1920-1950*
Historia
Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193 equipo
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ROBERTO
GONZÁLEZ ARANA
Profesor del Departamento de Historia y
Ciencias Sociales, investigador del grupo Agenda Internacional y director del
Instituto de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad del Norte
(Colombia).
IVONNE
MOLINARES GUERRERO
Profesora e Investigadora del Grupo
Agenda Internacional del Departamento de Historia y Ciencias Sociales,
Universidad del Norte (Colombia).
El texto completo queda en el blogger https://cienciassocialesactivaspaula.blogspot.com/2019/08/ayudas-9.html
Dinámica
de las protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia
El arribo del siglo XX y el inicio del
proceso de la industrialización en el país trajeron consigo la aparición de las
primeras generaciones obreras, herederas de tradiciones, imaginarios y una
importante capacidad organizativa de los artesanos del siglo XIX. No olvidemos
las movilizaciones de estos contra el librecambismo y las sociedades
democráticas impulsadas por los trabajadores de la época.
Este trabajo centra su atención en el
movimiento urbano e industrial colombiano, pues la historia del capitalismo
agrario y las luchas campesinas merecen un capítulo aparte que desarrollaremos
en otro avance del proyecto de investigación que adelantamos. Tenemos muy
presente que nuestra perspectiva de análisis se centra en los motivos
económicos y políticos de las luchas sociales en el periodo de estudio. No
obstante, sabemos también que un trabajo más amplio debería incluir otros
aspectos, como la cultura política, los imaginarios, las tradiciones de lucha
en las distintas regiones y diversos sectores económicos en los que laboraban
los obreros.
En 1912, los trabajadorxs colombianxs
iniciaron diversas protestas sociales, como el paro de los maquinistas y
fogoneros del ferrocarril de Antioquia, quienes pedían una mejor remuneración y
asistencia médica, dadas sus precarias condiciones, las extenuantes jornadas
laborales y las difíciles condiciones de vivienda. Posteriormente, lxs obrerxs
de los ferrocarriles de La Dorada declararon otra huelga. Lo paradójico del
asunto es que, para ese momento, la movilización social aún no era un motivo de
gran preocupación para el establecimiento. Según el periódico El Tiempo del 21 de diciembre de 1917, el paro se dio “sin gritos agresivos, sin un
solo acto de violencia, sin una sombra de amotinamiento, con la serenidad que
hubiera precedido al más culto de los pueblos”.
A lo anterior añadía que, “aunque la cuestión social se ha presentado por
primera vez en Colombia, aconteció en forma honrosísima, por su serenidad y su
justicia [...] con una moderación inteligente que sería injusto no elogiar”10.
Sobre este periodo, Jorge Orlando Melo sostiene que existía un cierto paternalismo hostil por parte del Estado hacia la protesta,
pues las huelgas en las que se dieron actos de violencia fueron reprimidas
brutalmente, pero paralelamente se reconoció el derecho a la huelga en 1919. El
mismo decreto brindaba a los patronos el derecho a reemplazar a los huelguistas
contratando nuevos trabajadores. Luego, en 1920, se prohibieron las huelgas en
el sector del transporte así como en algunos servicios públicos, e incluso se
limitó la realización de estas hasta que no estuviera agotado el recurso de la
conciliación.
Muy lentamente se irían mejorando las
condiciones de los obreros, con disposiciones como el derecho al descanso
dominical (no remunerado) y regulaciones de salubridad e higiene en las
fábricas11.
Como lo evidencia Cronshaw, la tolerancia
de las élites colombianas hacia el joven movimiento sindical se desvaneció
tempranamente, en 1918, a partir de las huelgas en la costa atlántica,
ocurridas en Cartagena y el Magdalena. Los obreros de la Santa Marta Railway
Company, unidos a los trabajadores del puerto, obstaculizaron la llegada del
vapor de la United Fruit Company. En respuesta a la protesta y a los “motines y
tumultos”, el presidente José Vicente Concha declararía la turbación del orden
público y el estado de sitio en los departamentos de Atlántico, Bolívar y
Magdalena, mediante la expedición del Decreto Legislativo 1 de 1918. Sobre esto
se preguntaba el periódico El
Tiempo:
“¿Pero
se trata verdaderamente de huelgas en los sucesos de Cartagena y Santa Marta?
Una huelga es la suspensión del trabajo, como respuesta de los obreros a los
patronos en caso de graves desacuerdos, pero en aquellas ciudades lo que ha
habido es motines violentísimos, ataques a la propiedad cometidos desde el
primer momento. En las grandes huelgas de los países civilizados, se suelen
presentar violencias a la larga, por choques que son efectos de la duración del
conflicto, pero en la costa la declaratoria de huelga y la apelación a la
violencia irrazonada han sido cosas simultáneas. Hay en ello algo que no puede
tolerarse, que ninguna relación tiene con el derecho de huelga, que es pura
zambra demagógica sin objeto y sin justificación posible, y es preciso extirpar
estos gérmenes de torpe anarquía antes de que lleguen a ser un peligro para la
nación”12
Los distintos ámbitos de formación de la
clase obrera estuvieron asociados al sector de obras públicas, el cual tuvo
durante los años veinte un periodo de auge con la construcción de
ferrocarriles, carreteras, puertos, edificios públicos y muelles. Asimismo, los
enclaves fueron otro de los escenarios en donde se conformó la clase obrera
desde las primeras décadas del siglo XX. Un último espacio estuvo asociado con
el desarrollo industrial, que daría lugar al surgimiento de los trabajadores
fabriles13. Es muy importante señalar que “[…]
los trabajadores portuarios de todo el mundo, de quienes dependía el buen
funcionamiento del engranaje y del comercio y por tanto de la vida económica de
extensas zonas, aprendieron a sacar de este hecho poder de negociación frente a
los patrones y los gobiernos […]. En los puertos se fue acumulando una
experiencia cultural en torno de los conflictos. El mismo mundo económico en
que se movían permitió a los
trabajadores representarse el trabajo como una simple relación económica. Los
trabajadores portuarios fueron aprendiendo a sincronizar sus protestas con
ciclos de la economía internacional y nacional, con la oferta laboral, con el
movimiento de carga y con las ganancias de las empresas que estaban a la vista
por la intensidad del movimiento de trenes, vapores, el volumen de la carga y
los precios internacionales. Y sobre todo sabían que estaban ubicados en sitios
estratégicos por el buen desarrollo de las economías nacionales e
internacionales. Por eso desarrollaron un gran negocio para desafiar a
empresarios y a los gobiernos de muchas partes del mundo [incluyendo el
colombiano]”.14
Diversas formas de protesta social
estuvieron asociadas a la escala de valores que los obreros otorgaban a sus
actividades. Es decir que, de acuerdo con sus oficios, se generaron diversas
disputas en torno a la defensa de tradiciones, la defensa de su independencia
frente a los controles sociales y laborales, etc.15. Ello indica que no toda
forma de protesta estaba ligada exclusivamente a asuntos económicos.
Durante los primeros años de la
industrialización del país, los empresarios nacionales y extranjeros combinaron
prácticas paternalistas y despóticas, como la utilización de la mano de obra
con el propósito de extraer la máxima ganancia en el corto plazo, con formas de
e xplotación propias de las fases primitivas del capitalismo. “De esta
combinación de prácticas laborales coloniales y del temprano capitalismo
europeo, surgieron las relaciones sociales que caracterizaron las primeras
fases de industrialización colombiana”16. En este orden de ideas:
“[…]
el súbito descenso de los salarios nominales, las largas jornadas de trabajo,
el pago por vales, la ausencia de seguridad social, las pésimas condiciones de
higiene, los despidos sin causa justa, los castigos físicos y multas, el acoso
sexual a mujeres trabajadoras se dieron acompañados por una gran ausencia de
conquistas laborales ya obtenidas en Europa […]. Era muy cómodo tener a menores
de 15 años trabajando en fábricas de Bogotá y Medellín mientras las élites se
oponían a la reducción de la jornada laboral argumentando que ello propiciaría
más tiempo libre para los vicios y el ocio. Asimismo, los empresarios se
opusieron al establecimiento de un salario Mínimo (esto solo se dio a partir de
los años 50) y el argumento esa vez era que muchas veces el trabajador por
ganar más, se dirige a los lugares más malsanos”17.
Conclusiones generales
Como se puede apreciar, las luchas y
protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia no fueron
un fenómeno aislado del contexto internacional, lo cual no significa que
obedecieran exclusivamente a influencias foráneas sino que fueron consecuencia
de un capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en explotar
al máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y
la estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la
Iglesia, intentara neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento
del movimiento social urbano. El país fue laxo con el gran capital que llegó a
modernizar y a imponer un orden que no respetó los derechos de los obreros. Más
bien se estigmatizó su lucha asociándola con los movimientos anarquistas,
bolcheviques o comunistas que tuvieron influencia en el país.
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-193
10 Citado por
Francine Cronshaw, “El problema social en Colombia: el tratamiento de lo social
como
fuente de
conflictos en el contexto internacional, 1917-1945”, Iglesia, movimientos y partidos,
comp.
Javier
Guerrero (Bogotá: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Archivo
General de
la Nación y
Asociación Colombiana de Historiadores, 1996), 204.
11 Jorge
Orlando Melo, “La república conservadora”, en Colombia
hoy. Perspectivas hacia el siglo XXI, 14.a
ed., ed.
Jorge Orlando Melo (Bogotá: Siglo XXI, 1991), 89.
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-193
12 El Tiempo, 12 de enero, 1918.
13 Renán Vega
Cantor, Gente muy rebelde. Enclaves, transportes
y protestas obreras (Bogotá: Pensamiento
Crítico,
2002), 130.
14 Sergio
Paolo Solano de las Aguas, Puertos, sociedad
y conflictos en el Caribe colombiano, 1850-1930
(Cartagena:
Observatorio del Caribe Colombiano, Universidad de Cartagena, Ministerio de
Cultura,
2001), 23.
MOVIMIENTO OBRERO Y PROTESTA SOCIAL EN COLOMBIA.
1920-1950
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-19315 Solano, Puertos,
sociedad y conflictos, 11.
16 Mauricio
Archila, Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945
(Bogotá: Cinep, 1991), 130.
17 Archila, Cultura e identidad obrera, 131-132.
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-193
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y compartir con lxs compañerxs a partir de:
1.
Encontrar la idea principal del texto, 2. Cuál fue el papel de Estado
colombiano frente al desarrollo y crecimiento de la protesta social 3. Razones o causas de la protesta social 4. El
contexto histórico mundial en el que se desarrolla. Entre otras categorías que
quieran analizar. 5. Relación de la conclusión general con el texto.
Movimiento
obrero y protesta
social en Colombia. 1920-1950*
Historia
Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193 equipo
3
ROBERTO
GONZÁLEZ ARANA
Profesor del Departamento de Historia y
Ciencias Sociales, investigador del grupo Agenda Internacional y director del
Instituto de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad del Norte
(Colombia).
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MOLINARES GUERRERO
Profesora e Investigadora del Grupo
Agenda Internacional del Departamento de Historia y Ciencias Sociales,
Universidad del Norte (Colombia).
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Por su parte, el Estado colombiano, pese
a que ha
bía reconocido desde 1931 el derecho de
asociación sindical, miraba con sospecha a los trabajadores y a los
sindicalistas del país, a tal punto que con el apoyo de la Iglesia se
propiciaron “campañas moralizadoras” para reorientar a esas “almas perdidas” por
las “malas influencias foráneas”. De
igual manera, a partir de la reducción de la jornada laboral a ocho horas,
reglamentada a través del Decreto 895 (26 de abril de 1934), “el buen uso” del tiempo libre de los
obreros se planteó como una preocupación común de los empresarios, el Gobierno
y el clero, pues se trataba de evitar a toda costa que las “ideas revolucionarias” del sindicalismo socialista tuvieran influencia
sobre los trabajadores, ante lo cual era preciso ejercer control social sobre
estos sectores. La creación de barrios obreros apuntaba a tener cerca de las
fábricas a los trabajadores para seguir sus pasos, luego de las jornadas
laborales. Para las mujeres obreras, el final de su jornada era el comienzo del
trabajo extra. Para los asalariados varones, un buen momento para la diversión.
El Estado consideraba que en el tiempo libre era “cuando se fraguaban las
rebeliones”. Para la Iglesia católica, era el tiempo en el que “la inmoralidad
amenazaba”18.
Durante este periodo, las
reivindicaciones sindicales fueron lideradas por conocidos obreros como María
Cano o Ignacio Torres Giraldo, quien fundaría en 1926 el Partido Socialista
Revolucionario, el cual dos años después se adheriría a la Internacional
Comunista. Ese mismo año, Torres Giraldo constituyó la Sección Colombiana de la
Liga Mundial Antiimperialista, con el apoyo del líder estudiantil cubano Julio
Antonio Mella y del marinero boliviano José González Arce. El hecho de
sobresalir por su reconocido activismo político tuvo como consecuencia una persecución
implacable del Estado contra estos los líderes, e incluso la expatriación de
Torres Giraldo a Rusia. Como lo reseña Renán Vega:
“[…]
las expectativas generadas por la implantación de fábricas en las ciudades, de los enclaves, de las obras públicas,
atrajeron a miles de campesinos que empezaron a cuestionar el régimen de
trabajo en las haciendas y, poco después, la misma propiedad de la tierra. Esto
originó portantes conflictos agrarios, en los cuales los campesinos, colonos y
arrendatarios tomaron la iniciativa durante las décadas de 1920 y 1930. En las
ciudades afloraron otro tipo de conflictos como resultado del aumento de
población, la cual empezó a exigir servicios públicos, construcción de obras de
beneficio social, viviendas adecuadas y rechazó en algunos casos el régimen
fiscal impuesto por un Estado capitalista en vía de consolidación”.19
Las protestas de los trabajadores fueron
reprimidas por el Estado, y dado que no existía protección suficiente a través
de leyes laborales, los empresarios se complacían en dividir al joven
movimiento obrero. Las movilizaciones sociales de comienzos del siglo fueron de
carácter nacionalista y antiimperialista, por el impacto que tuvo en el país la
separación de Panamá. También en otros países latinoamericanos sobresalieron
las luchas nacionalistas de líderes como Francisco Villa y Emiliano Zapata en
México, Sandino (llamado el
General de Hombres Libres)
en Nicaragua o Farabundo Martí en El Salvador.
Durante 1920 hubo 32 huelgas a lo largo
del territorio nacional, que pusieron en evidencia la aparición de la clase
obrera, la cual alcanzaba cerca del 5 % de la población y se ocupaba de
actividades tan importantes como la construcción de vías de comunicación, la
industria manufacturera, las industrias extractivas y una agricultura
moderna20. Paralelamente, las luchas campesinas también pusieron en jaque al
establecimiento.
El Estado colombiano buscaba ante todo
manejar sus relaciones internacionales con el propósito de favorecer sus
intereses económicos, sin importar el precio en términos de pérdida de
soberanía, como se corrobora al observar el inmenso poder que fueron
adquiriendo los inversionistas internacionales en nuestros asuntos internos. Un
buen ejemplo de la laxitud del Estado ante el gran capital fue la huelga obrera
de la Tropical Oil Co. en 1924, para reclamar por mejores salarios. Los
trabajadores no solo fueron reprimidos sino que el Gobierno autorizó el
despedido de 1.200 de ellos. Luego, en 1925, ante otra huelga en la misma
compañía, en la cual se paralizó el trabajo de 5.000 trabajadores, el Gobierno
nuevamente respaldó a la Tropical y, lejos de concertar, la policía disparó
contra los huelguistas, episodio en el cual murieron dos de ellos.
Seguidamente se declaró el estado de
sitio y se encarceló a los huelguistas21. Asimismo, la obtención de precios
favorables para el café, la ampliación del comercio exterior, la búsqueda de
préstamos para modernizar el país y la apertura hacia la cooperación técnica
fueron objetivos que pasaron a dominar la agenda de las relaciones
internacionales de Colombia “para no detener su paso al tren del progreso”. En
ese contexto, el café adquirió un significado especial al convertirse en la clave de la política exterior. Según Arturo Escobar, la lucha contra
la pobreza en nuestro continente —de la cual el Gobierno de los Estados Unidos
se proclamaba abanderado— hizo posible “el establecimiento de nuevos mecanismos
de control”, pues los pobres surgieron como “un problema social que requería
nuevas formas de intervención social en educación, salud, higiene, moralidad,
empleo, enseñanza de buenos hábitos de asociación, ahorro, crianza de los
hijos”22. Inspirados en estos principios, llegarían al país diversas comisiones
internacionales, como la Misión Kemmerer, la Misión Currie, entre otras. Para
las élites gobernantes la modernización capitalista llegaría con la inversión
extranjera, particularmente la norteamericana.
Tenemos presente que la movilización
social, como manifestación de rechazo a la arbitrariedad y el autoritarismo, y
“como medio para alcanzar reformas de variado orden era considerada desde los
años veinte, una acción subversiva, desestabilizadora del andamiaje
institucional y susceptible de condena social y legal. El trabajador, el
ciudadano, el campesino y el indígena eran tratados como enemigos de la
sociedad”23. A las élites nacionales les preocupaba enormemente que los vientos
liberadores que venían de Europa (Revolución rusa), México (Revolución
agrarista), Argentina (revuelta estudiantil de Córdoba) o el aprismo peruano
influyeran en los trabajadores y sus líderes, en un contexto de condiciones
laborales muy precarias en el país. Justamente, el Partido Socialista Obrero,
el Partido Socialista Revolucionario y el Partido Comunista surgieron en las primeras
décadas del siglo, y algunas de estas colectividades no descartaron la
violencia como método para obtener sus metas. Según Ignacio Torres Giraldo, “la fuerza política principal que movilizaba
al pueblo por la senda revolucionaria era la propaganda que hacíamos del
sistema soviético instaurado por los trabajadores rusos en su país”24.
Antes de ello, las ideas de la
Revolución francesa habían iluminado las luchas sociales en el país.
A propósito de la gesta soviética, un
grupo de intelectuales formó en 1924, bajo la orientación ideológica de Vicente
Savinsky, un ruso que había emigrado a Colombia, un círculo de estudios
marxistas autodenominado Partido Comunista. Este grupo “no trascendió la
experiencia intelectual y la mayoría de sus componentes hizo luego brillante
carrera dentro de las toldas del Partido Liberal, como fuel el caso de Gabriel
Turbay”25. Según Mauricio Archila, por estos años la clase obrera colombiana
rechazaba el statu quo, y su espíritu rebelde —en un país católico— la condujo a
rechazar dogmas en búsqueda de un cristianismo puro hasta convertirse en
anticlericales, influenciados tanto por ideas liberales como por la masonería.
No obstante, continuaban manejando un lenguaje religioso, pues “a la actividad
política se la llamaba apostolado, al líder obrero mártir, a la solidaridad hostia común, y se escribieron catecismos socialistas”. Asimismo, la clase obrera “cantó
primero la Marsellesa que la Internacional”, pues bebió primero de la
Ilustración que del socialismo26.
Conclusiones generales
Como se puede apreciar, las luchas y
protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia no fueron
un fenómeno aislado del contexto internacional, lo cual no significa que
obedecieran exclusivamente a influencias foráneas sino que fueron consecuencia
de un capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en explotar
al máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y
la estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la
Iglesia, intentara neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento
del movimiento social urbano. El país fue laxo con el gran capital que llegó a
modernizar y a imponer un orden que no respetó los derechos de los obreros. Más
bien se estigmatizó su lucha asociándola con los movimientos anarquistas,
bolcheviques o comunistas que tuvieron influencia en el país.
18 Archila, Cultura e identidad obrera, 167.
19 Vega, Gente muy rebelde. Enclaves, 25.
MOVIMIENTO OBRERO Y PROTESTA SOCIAL EN COLOMBIA.
1920-1950
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-193
20 Mauricio,
Archila. “La clase obrera colombiana (1886-1930)”, en Nueva historia de Colombia, t. III
(Bogotá:
Planeta, 1989), 220.
21 Melo, “La
república conservadora”, 96-97.
Historia Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp
167-193
22 Arturo
Escobar, La invención del Tercer Mundo.
Construcción y deconstrucción del desarrollo (Bogotá:
Norma,
1996).
23 César
Torres del Río, Colombia siglo XX. Desde la guerra de los
Mil Días hasta la elección de Álvaro Uribe
(Bogotá:
Norma, 2010), 79.
24 Ignacio
Torres Giraldo, 50 meses en Moscú (Cali:
Universidad del Valle, 2005), 18
25 Álvaro
Tirado Mejía, “Colombia: siglo y medio de bipartidismo”, en Colombia hoy. Perspectivas hacia el
siglo XXI, 14.ª ed., ed. Jorge Orlando
Melo (Bogotá: Siglo XXI, 1991), 135.
26 Archila, Cultura e identidad obrera, 225.
Leer
y compartir con lxs compañerxs a partir de:
1.
Encontrar la idea principal del texto, 2. Cuál fue el papel de la iglesia
colombiana para apoyar al Estado frente al desarrollo y crecimiento de la
protesta social 3. Razones o causas de
la protesta social en las crecientes ciudades 4. El contexto histórico mundial
en el que se desarrolla y la relación de la protesta social con los movimientos
de izquierda. Entre otras categorías que quieran analizar. 5. Relación de la
conclusión general con el texto.
Movimiento
obrero y protesta
social en Colombia. 1920-1950*
Historia
Caribe - Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193 equipo
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ROBERTO
GONZÁLEZ ARANA
Profesor del Departamento de Historia y
Ciencias Sociales, investigador del grupo Agenda Internacional y director del
Instituto de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad del Norte
(Colombia).
IVONNE
MOLINARES GUERRERO
Profesora e Investigadora del Grupo
Agenda Internacional del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad
del Norte (Colombia).
El texto completo queda en el blogger https://cienciassocialesactivaspaula.blogspot.com/2019/08/ayudas-9.html
En este periodo se fueron elaborando
diversos “mecanismos de control” para contener los
vientos de cambio venidos del exterior. Sobresalen la vigilancia policial
(financiada por la Tropical Oil Company) y los sermones de la Iglesia para
alejar “a los indeseables”. Como lo reseña el informe de la autoridad de Santander
en 1925:
“En
los días 14 y 15 se tomaron las medidas necesarias para que regresaran a sus
campamentos los trabajadores que no figuraban en la lista negra que
el señor gerente de la Tropical y yo estábamos encargados de formar, a fin de
proceder a despedir de la empresa a los obreros considerados como peligrosos”.27
A su vez, la Iglesia católica colombiana
utilizaba todo tipo de estrategias para combatir la influencia comunista y
socialista entre los trabajadores, para lo cual impulsó la creación de
sindicatos y sociedades de auxilio mutuo. Esto explica que, desde comienzos de
los años treinta, la Acción Social Católica emprendiera la tarea “de
reorganizar y centralizar bajo una dirección única aquella diversidad de
sociedades, con frecuencia mal instituidas y aisladas entre sí”28.
La tarea de neutralizar la protesta
obrera solía terminar en medidas de hecho. Ejemplo de violencia estatal contra
la protesta social fue el asesinato de siete manifestantes y dieciocho heridos
en la plaza de Bolívar de Bogotá, el 16 de marzo de 1919, quienes gritaban “¡viva el bolchevismo!”, “¡viva la
revolución!”, “¡el pueblo tiene hambre!”, en referencia a la Revolución
bolchevique. Como lo describe James Henderson, el asunto tuvo como origen la
protesta obrera en contra de la medida, aprobada por el presidente Marco Fidel
Suárez, de importar telas para la producción de uniformes para el Ejército
colombiano durante la conmemoración de los cien años de la independencia. Esto
desató una oleada de protestas de los artesanos de la capital, al mando del
presidente del Sindicato Central Obrero, Alberto Manrique Páramo, quien además
terminó discutiendo con el presidente porque los obreros no percibieron que sus
peticiones hubieran sido escuchadas. Ante la retirada del mandatario al palacio
presidencial, los obreros lanzaron piedras y la Guardia Presidencial abrió
fuego contra los manifestantes. Lo anterior se explica si tenemos en cuenta que
para el Gobierno esa manifestación representaba el inicio de una eventual “toma comunista en Colombia”, de lo cual
ya había alertado el ministro de Gobierno a todos los gobernadores del país.
Las consignas de “¡viva el socialismo!” y
“¡con Suárez no!” “daban la impresión de que se trataba de peligrosos
subversivos”29.
Una década después, se decretaría la
prohibición del derecho a la huelga y a los sindicatos, bajo el gobierno de
conservador Miguel Abadía Méndez (1926- 1930). Su ministro de Guerra, Ignacio
Rengifo, consideraba las huelgas:
“Aquellas manifestaciones colectivas casi
siempre bullangueras, rayanas en asonadas, en tumulto y aun en sedición, de los
trabajadores y obreros […] con el fin o con el pretexto de hacer exigencias o de
imponer condiciones a los patronos de las empresas públicas o particulares […]
en la mayor parte de los casos no pueden llamarse huelgas ni ser consideradas
como tales en la aceptación legal de ese vocablo, sino como verdaderos
movimientos o actitudes subversivas y de carácter revolucionario”.30
Según Eduardo Posada Carbó:
“[…]
el crecimiento económico estuvo acompañado de expresiones de malestar social, seriamente
manifiestas a fines de la década de 1920. Por supuesto que los problemas se
exacerbaron tras la depresión de 1929. Los conflictos más agudos tuvieron lugar
en las zonas de explotación petrolera y bananera, donde las protestas sociales
tomaron ocasionalmente tonos antiimperialistas, y en algunas regiones agrarias del
centro del país. Los resultados de la famosa huelga contra la United Fruit
Company, que desembocó en los trágicos eventos del 6 de diciembre de 1928,
sirvieron para minar aún más la autoridad del gobierno de Abadía. La oposición
cobró nuevos bríos. En particular, jóvenes figuras del liberalismo estuvieron
al frente de los ataques: el 3 de septiembre de 1929, Gabriel Turbay y Jorge
Eliécer Gaitán iniciaban sus acusaciones en el Congreso contra el régimen. Tres
meses después, una comisión de la Cámara de Representantes, liderada por
Gaitán, acusaba al presidente Abadía de ser constitucionalmente responsable de
la matanza de las bananeras”.31
La masacre de las bananeras de 1928,
ocurrida en Magdalena, ilustra otro caso de violencia oficial contra la
protesta. Como lo anotase Catherine LeGrand, la United Fruit en Colombia logró,
con la complicidad del establecimiento, erigir un “Estado dentro del Estado”,32 en el que prácticamente las leyes
eran impuestas por esta compañía norteamericana. Los campesinos que laboraban para
ella vivían en condiciones inhumanas, sin servicio de salud ni derecho a un
trato digno; es decir que la compañía frutera propiciaba, frente a la
indolencia del Estado, una violencia social sobre sus trabajadores.
Todo lo anterior en un escenario en el
cual la dependencia económica y la sumisión política se asociaban a un
sentimiento que pretendía justificar la dominación de los norteamericanos,
dadas sus “virtudes en contraste a nuestros
defectos”. O mejor, por medio de una comparación “etnocentrista se exaltaba la grandeza de los norteamericanos y la
bajeza” de los habitantes del puerto petrolero de Barrancabermeja. Como lo
anota Renán Vega, “en una forma maniquea
se re- saltaba todo lo
bueno que estaba del lado de los norteamericanos de la Tropical Oil
Company: orden, disciplina, aseo, moralidad, ausencia de enfermedades; mientras
que todo lo
malo caracterizaba a los obreros: desorden, indisciplina, desaseo,
enfermedades contagiosas e inmoralidad”33. A la par con la persecución al incipiente movimiento sindicalista,
el Estado colombiano lideró una batalla chovinista y sin cuartel contra los
líderes extranjeros que alimentaban el sentimiento revolucionario de la época.
Así, en febrero de 1924 fue expulsado del país el peruano Nicolás Gutarra,
sobresaliente dirigente de la Liga de Inquilinos de Barranquilla, acusado de
anarquista. En 1925 el Gobierno colombiano expulsó al inmigrante ruso Silvestre
Savinsky, propietario de una lavandería en Bogotá en donde tertuliaban
simpatizantes de ideas socialistas. Así mismo, en ese año se expulsó al
bacteriólogo alemán Rodolfo Von Wedel. En 1927 expulsaron del país al dirigente
italiano Vicente Adamo y al griego Evangelista Priftis, por participar en la
Sociedad de Obreros Libres. Se destacan finalmente los procesos contra los
españoles Mariano Lacambra, Elías Castellanos y el italiano Genaro Turino,
todos acusados de anarquistas34.
Según la prensa de la oposición, la
administración de Abadía Méndez creó el fantasma de una “revolución imaginaria”
de “rojos” con el propósito de tomar medidas de represión. “El activismo de los
socialistas era, no obstante, evidente. Como eran también evidentes las
simpatías revolucionarias de significativos sectores del liberalismo,
especialmente entre veteranos de la guerra de los Mil Días (1899-1902). En
efecto, socialistas y liberales revolucionarios se habían reunido en Chocontá a
mediados de 1928, para acordar los planes de una insurrección que debería
llevarse a cabo conjuntamente con las fuerzas opositoras al régimen dictatorial
de Gómez en Venezuela. La insurrección generalizada no tuvo lugar, pero a
mediados de 1929 hubo levantamientos aislados en el Tolima, el Valle y
Santander”.35
También el movimiento estudiantil fue
objeto de presiones y persecuciones. Desde 1924 se había fundado la Federación
de Estudiantes de Colombia (FEC), protagonista de la primera manifestación
estudiantil de impacto nacional, ocurrida el 8 de junio de 1929, en la cual
cayó asesinado el estudiante de derecho Gonzalo Bravo Pérez. El origen de la
protesta fue la reacción contra el nombramiento como jefe de la Policía en
Bogotá de un oscuro militar, señalado como protagonista de la masacre de las
bananeras. Aunque se destituyó al recién nombrado funcionario, la manifestación
fue reprimida con el asesinato del estudiante Luis Augusto Cuervo, quien sería
después considerado como el “primer mártir estudiantil”36. Asimismo, en 1929 se
gestaría la famosa insurrección de los bolcheviques del Líbano, Tolima,
movimiento armado de inspiración marxista, fruto de la alianza entre
trabajadores urbanos y rurales.
Sus propósitos eran la toma de varias
poblaciones importantes del país, sus guarniciones militares y puertos; la
interrupción de comunicaciones, y el control de entes gubernamentales. Esto
fracasó como fruto de la acción policial y militar, así como de errores en su
coordinación37.
Conclusiones generales
Como se puede apreciar, las luchas y
protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia no fueron
un fenómeno aislado del contexto internacional, lo cual no significa que
obedecieran exclusivamente a influencias foráneas sino que fueron consecuencia
de un capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en explotar al
máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y
la estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la
Iglesia, intentara neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento
del movimiento social urbano. El país fue laxo con el gran capital que llegó a
modernizar y a imponer un orden que no respetó los derechos de los obreros. Más
bien se estigmatizó su lucha asociándola con los movimientos anarquistas,
bolcheviques o comunistas que tuvieron influencia en el país.
27 “Informe del
secretario del Gobierno Departamental de Santander” (1925), citado en Vega, Gente
muy rebelde.
Enclaves,
255
28 Alberto Mayor Mora,
“El control del tiempo libre en la clase obrera de Antioquia de 1930”, Revista
Colombiana de
Sociología (Bogotá)
1 (diciembre de 1979): 37.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
29 Véase Renán Vega
Cantor, Gente
muy rebelde.
Socialismo,
cultura y protesta popular (Bogotá: Pensamiento
Crítico, 2001); James
Henderson, La
modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez (Medellín:
Universidad de Antioquia,
2006).
30 Citado en Torres, Colombia siglo XX, 79.
Historia Caribe - Volumen
VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
31 Eduardo Posada Carbó,
Eduardo “Las elecciones presidenciales en Colombia de 1930”, Revista de
Estudios Sociales (Universidad de los
Andes) 7 (2000), 5.
32 Catherine LeGrand, “El
conflicto de las bananeras”, en Nueva historia de Colombia, t. III (Bogotá:
Planeta, 1989).
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
33 Vega, Gente muy rebelde.
Enclaves,
255.
34 Archila, Cultura e
identidad obrera, 236-237.
35 Posada, “Las
elecciones presidenciales en Colombia en 1930”, 5-7.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
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y compartir con lxs compañerxs a partir de:
1.
Encontrar la idea principal del texto, 2. Qué posiciones se tomaron frente a la
incursión extranjera en Colombia, expresar las dos diferentes posiciones que se
visibilizaron 3. Papel de la prensa
oficial frente a las protestas sociales 4. El contexto histórico mundial en el
que se desarrolla y la relación de la protesta social con los movimientos de
izquierda. Entre otras categorías que quieran analizar. 5. Relación de la
conclusión general con el texto.
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obrero y protesta
social en Colombia. 1920-1950*
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ROBERTO
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Profesor del Departamento de Historia y
Ciencias Sociales, investigador del grupo Agenda Internacional y director del
Instituto de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad del Norte
(Colombia).
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MOLINARES GUERRERO
Profesora e Investigadora del Grupo
Agenda Internacional del Departamento de Historia y Ciencias Sociales,
Universidad del Norte (Colombia).
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Existían prevenciones entre las élites
pues consideraban que los desempleados eran susceptibles a la oratoria de los agitadores profesionales. Por
tanto,
“[…]
el dilema fue entre aguantar entre la presencia de los desempleados y sus
familias hambrientas en las ciudades o convencerlas que retornaran al campo
[…]. El tema de las doctrinas subversivas y los agitadores o comunistas
corrompiendo a unos campesinos (más o menos inocentes) se estableció como
factor permanente en el repertorio del discurso de las elites. Al menos el problema del desempleo
—como efecto de la gran crisis económica— hizo que ya no se pudiera seguir con
el sofisma de que en Colombia no existiera el problema social igual a los otros
países”.38
Lo paradójico del tema es que los
desempleados eran discriminados por su condición “de ser ociosos”, a tal punto
que “se legisló contra la vagancia”, Como lo ilustra la Ley 105 de 1922 del
Congreso de Colombia: “Serán relegados a
colonias penales los declarados vagos por la policía”. (Artículo 4)
“Se entiende por vago para los fines de esta
ley a quien no posee bienes o rentas o no ejerce profesión, arte u oficio,
ocupación lícita, o algún medio conocido de subsistencia […] y que habiendo
sido requerido por la autoridad competente hasta dos veces, en el curso de un
semestre, no cambie sus hábitos viciosos […]. (Artículo 5) “A cada relegado se
le señalará para su cultivo una hectárea de tierra y si tuviese familia que
mantener hasta dos […]. (Artículo 13)
“Los
relegados serán filiados, tomando su ficha antropométrica y su retrato, y la
lista de ello se tendrá en las capitales de todos los departamentos”. (Artículo
19)39
Por otra parte, el 18 de mayo de 1927,
14.000 mujeres indígenas de Tolima, Huila y Cauca en Colombia
“[…]
suscribieron el manifiesto titulado ‘El derecho a la mujer indígena’. En dicha
declaración al mismo tiempo que impugnaban la ley y justicia oligárquicas a
través de las cuales se les despojó de sus tierras se declararon en rebeldía.
Aun cuando el ministro de Guerra colombiano dicte miles de decretos y el
Congreso leyes las pobres infelices marcharemos al combate de nuestra
reivindicación. La calumnia, la amenaza, el engaño, la promesa, para nosotras
es una letra muerta y de valor ninguno. Así debe ser para todas las señoras y
señoritas del país, de nuestra clase baja, quienes somos perseguidas por los
hombres de civilización […]. Hoy las mujeres con nuestro valor y energía gritaremos
amparo y justicia, como siempre lo hemos hecho, porque ya perdimos nuestros
clamores y nuestro derecho, pero menos nuestra fe. Esa fe nos asiste a
nosotras, pobres labriegas que al sol y al agua, haciéndole frente al hambre y
a la sed les ayudamos a los hombres indígenas en nuestro carácter de esposas,
hermanas, hijas y madres, a cultivar nuestras fincas, las que hoy, sin darnos
un centavo, pasaron a manos de los burgueses, porque las autoridades, burlando
su ministerio, violaron los derechos e intereses de la justicia […], y si no se
nos atiende hundiremos en el vientre de aquellos el cuchillo de nuestra
guisandería, porque si esto pasa así, ahí tenemos potestad para cometer
injusticias […]”.40
La Iglesia católica se sumaba a la
campaña para perseguir y desprestigiar al sindicalismo no oficialista
colombiano. Ello se ilustra en los documentos de la Pastoral Colombiana,
organismo que editó en 1936 un documento en el cual rechazaba a los sindicatos
revolucionarios del país. Incluso les advertía a los fieles que al católico no
le era permitido pertenecer a los sindicatos comunistas, los cuales, a su
juicio, envenenan “el alma del
trabajador, amenazan la tranquilidad pública y complican los problemas sociales
en lugar de resolverlos”.
Al tiempo recomendaba inculcar en los
obreros “la verdadera conciencia de su
dignidad” de modo que ejercieran cristianamente “el derecho de asociarse para su mejoramiento religioso, moral,
intelectual y económico”41. Un lugar muy destacado en la defensa de los
principios de la Iglesia colombiana y del capitalismo lo jugó la Acción Social
Católica, instancia que hizo posible la organización de centros obreros y
sindicatos en el país que fueran funcionales para sus intereses. De acuerdo con
la prensa liberal de la época, la Acción Católica se proponía “contrarrestar la influencia radical en las
organizaciones obreras, llegando incluso a incitar a los empresarios para que
expulsaran a trabajadores liberares o socialistas”42.
Para cumplir sus metas, la Acción
Católica recogía el sentimiento de los trabajadores y mediaba ante los
empresarios a favor de los obreros, “pues
era mejor negocio que dejarlos a merced de los sindicatos comunistas”. Esta
tuvo su máxima influencia en Antioquia. Para ello se dedicó a liderar la
defensa de los problemas sociales de los obreros y así evitar que estos
proyectaran en su tiempo libre “preocupaciones
e intereses políticos, frustraciones o vicios, buscando más bien que
desarrollara en él virtudes y costumbres cristianas”43.
Las consignas de los centros católicos
tomaban prestadas las frases y el estilo de sus adversarios políticos, como lo
destaca el periódico El
Obrero Católico del 16
de julio de 1932:
“OBREROS Y CAMPESINOS: Nuestra consigna es
Jesucristo. Organizaos en nuestras asociaciones católicas. Allí encontraréis
tutelados vuestros derechos. Allí formaréis vuestra conciencia de hombres
dignos. Allí hallaréis vuestro mejoramiento económico. Allí estaréis en la paz
de Dios. Allí seréis la legión innumerable e invencible que lucha contra el adversario
que defrauda. Ingresad en la federación de obreros católicos. Proletarios de
Colombia: uníos en Dios”.44
La crisis económica de fines de los años
veinte se materializaba en problemas fiscales para los departamentos y en la
parálisis de las transacciones privadas. En Bogotá, la terminación de grandes
obras y edificios ocasionó el desempleo repentino de muchos obreros. En enero
de 1930 se despidió al 80 % de
Los obreros que trabajaban en las obras
de construcción, ante lo cual buscaron oportunidades laborales en las ciudades.
Ya en abril andaban unos 8.000 desempleados por las calles de Barranquilla. De
acuerdo con la Cámara de Representantes, hubo 50.000 obreros desempleados en
1931 45. Igualmente, la depresión económica de
1929 debilitó la fuerza del movimiento de los trabajadores de la industria en
las regiones petrolíferas y bananeras de propiedad extranjera. O, lo que es lo
mismo, “la disminución de la demanda de
mano de obra que acompañó a la crisis mundial dejó a las organizaciones
militantes de estos trabajadores en una situación de extrema vulnerabilidad y
debilidad”46.
Sobre la influencia de la Revolución
mexicana en el continente, esta produjo un gran impacto por sus consignas
agraristas y de reivindicación nacional. Como primera medida, por el modelo
inspirado en reformas agrarias y después, por la nacionalización del petróleo,
lo que generó grandes expectativas en el hemisferio y una ola de solidaridad y
de sentimientos revolucionarios en vastos sectores populares. Al calor de la
Revolución se fundaron organizaciones de pretensión continental, en cuyo
programa inicial aparecía muy claramente la huella del imaginario mexicano de
justicia, libertad e igualdad47.
Conclusiones generales
Como se puede apreciar, las luchas y protestas
obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia no fueron un fenómeno
aislado del contexto internacional, lo cual no significa que obedecieran
exclusivamente a influencias foráneas sino que fueron consecuencia de un
capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en explotar al
máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y
la estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la
Iglesia, intentara neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento
del movimiento social urbano. El país fue laxo con el gran capital que llegó a
modernizar y a imponer un orden que no respetó los derechos de los obreros. Más
bien se estigmatizó su lucha asociándola con los movimientos anarquistas,
bolcheviques o comunistas que tuvieron influencia en el país.
36 Germán Liévano R.,
“Desarrollo histórico del movimiento estudiantil en Colombia”, Revista Aleph 4
(septiembre de 1972).
37 Torres, Colombia siglo XX, 84.
38 Cronshaw, “El problema
social en Colombia”, 207.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
39 Ley 105 de 1922, Diario Oficial, 23 de diciembre, 1922,
601, citado en Vega, Gente muy rebelde. Enclaves,135.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
40 Manuel Quintín Lame,
citado en Ricardo Melgar, El movimiento obrero latinoamericano (Madrid: Alianza,
1988), 228.
41 Pastoral Colectiva,
citado en Álvaro Oviedo, Sindicalismo colombiano. Iglesia e ideario católico, 1945-1957
(Quito: Universidad
Andina Simón Bolívar, Corporación Editora Nacional, 2009), 64-65.
42 Archila, Cultura e
identidad obrera, 214.
43 Mayor, “El control del
tiempo libre”, 36.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
44 Mayor, “El control del
tiempo libre”, 41.
45 El Nuevo Tiempo, citado en Cronshaw, “El
problema social en Colombia”, 206-207.
46 Charles Berquist, “Las
luchas del campesinado cafetero”, en Nueva historia de Colombia, t. V (Bogotá:
Planeta, 1989), 301.
47 Alejo Maldonado
Gallardo, Sergio Guerra Vilaboy y Roberto Arana, Revoluciones
latinoamericanas del
siglo XX. Síntesis
histórica y análisis historiográfico (Morelia, México: Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo,
2006), 419-438.
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y compartir con lxs compañerxs a partir de:
1.
Encontrar la idea principal del texto, 2. Qué papel jugaron las comunidades
indígenas en las luchas obreras y la
protesta social 3. Cómo impactó la
crisis de 1929 la industria y la vida obrera en el país 4. El contexto
histórico mundial en el que se desarrolla y la relación de la protesta social
con los movimientos de izquierda. Entre otras categorías que quieran analizar.
5. Relación de la conclusión general con el texto.
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obrero y protesta
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Ciencias Sociales, investigador del grupo Agenda Internacional y director del
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Parte de la cultura política de los
trabajadores estaba asociada a su nivel de educación. Por tanto, un objetivo
fundamental de la prensa obrera era promoverla para facilitar el acceso de los trabajadores
“[…]
a la razón, a la ciencia y al progreso. La tarea educativa era, por tanto, una
tarea liberadora para los primeros núcleos obreros. Como se desprende de lo
anterior, la educación era concebida como instrucción política, aunque también
se hacían llamados a la superación del analfabetismo y al acceso del saber
común de la sociedad. La ausencia de la educación política era concebida como una gran traba para la consecución de la
libertad”.48
A las consecuencias de una mala educación
se referiría el presidente liberal Alfonso López Pumarejo en conferencia ante
el Congreso colombiano, al manifestar:
“[…]
casi todas las empresas industriales o agrícolas del país están montadas sobre
la base de una gran cantidad de analfabetos, brazos baratos, actividad física
productiva y poco exigente. Puede ser una teoría monstruosa, pero es, ante
todo, inexacta. Las reducidas proporciones del sistema económico colombiano no
tienen otra causa que la miseria de los mercados, a los cuales se les resta la
mayor parte de la población, tan pobre como poco ambiciosa y resignada a una vida
vegetativa y oscura. Privado de medios de comunicación con un mundo menos
bárbaro que la naturaleza rural que lo rodea, sin saber leer ni escribir, el
campesino no aspira a mejorar su vida ni aun dentro de los mismos recursos que
tiene a su alcance. Recibirá malos jornales, pero el productor agrícola, que se
siente beneficiado con ello, parece ignorar que sus artículos tendrían más
amplio comercio y más perspectivas de ensanche su plantación, si a esos
millones de asalariados les hubiera enseñado la escuela a nutrirse
suficientemente, los hubiera prevenido la educación contra la enfermedad, los
hubiera tornado ambiciosos trabajadores y consumidores más activos”.49
Con la llegada del liberalismo al poder
en 1930 se generaron inmensas expectativas en el movimiento obrero colombiano,
luego de décadas de hegemonía conservadora. La política del liberalismo era
ganarse para sí a todo el movimiento sindical, motivo por el cual facilitó
escenarios para una mayor libertad de movilización social. Como bien lo anota
Tirado Mejía:
“[…] los gobiernos liberales, especialmente
los de López Pumarejo, trataron de ganarse el respaldo sindical y de constituir
a las centrales obreras en uno de los pilares de apoyo del Gobierno. Esto era
un cambio de estilo respecto a los gobiernos conservadores. La iniciativa de
creación de sindicatos en muchos casos partió de funcionarios estatales, y el
tratamiento que se les dio a las huelgas fue de intervencionismo estatal, pero
no de un carácter policivo, sino como mediador […]. Dentro de su función
modernizante y captadora, el gobierno de López apoyó al movimiento sindical por
razones económicas y políticas”.50
La llamada Ley de Tierras de López
Pumarejo, por ejemplo, fue una concesión táctica al movimiento agrario con el
propósito de aplacar el ímpetu de sus luchas. Pero ya luego, en la medida en
que el Estado fue cooptando al movimiento laboral y sumándolo a las filas del
liberalismo, “estas políticas reformistas fueron
reemplazadas por otras de signo
contrario”51.
Los círculos que históricamente
detentaron el poder en el país se percibían en gran riesgo si permitían el
fortalecimiento del movimiento sindical, pues en este escenario
“[…]
la revolución antisocial que se preconiza por todas las tendencias de la
izquierda no es peligro que amenace única y exclusivamente a los propietarios
rurales y empresarios agrícolas. No. Peligro es ese que amenaza por igual de
modo inminente al propietario rural que al urbano, al banquero que al
comerciante, al empresario de fábrica que al inversionista y rentado, ya que el
espíritu revolucionario creado entre nuestras enantes honradas y laboriosas
masas populares, se encamina directamente a la destrucción de la propiedad. Y
esto no como fin, sino como medio de destruir la familia, de cambiar el orden social
por el caos antisocial, de suplantar la normalidad jurídica por la anormalidad
engendrada por el despojo y la violencia, de substituir nuestra organización
cristiana, civilizada y libre otra atea, bárbara y subordinada espiritual,
política y económicamente al sovietismo ruso, cuyas ideas y prácticas de fondo
hermanan, unifican y estrechan a todas las tendencias disociadoras que
proclaman entre nosotros la revolución izquierdista”. 52
Es pertinente reiterar que tanto el
Partido Liberal como el conservatismo han tenido la habilidad de cooptar al sindicalismo
y unirlo a sus filas, a tal punto que algunos analistas los llamaron
peyorativamente partidos “cógelo todo”53.
Como lo anota Eduardo Posada Carbó:
“[…]
en las ciudades y en los puertos, donde se desarrollaban con algún ímpetu la
industria y el comercio, así como en los sitios de gran concentración de
trabajadores —en los campos petroleros y en la zona bananera del Magdalena—,
este electorado fue cortejado con algún éxito inicial por los socialistas,
aunque en últimas sus simpatías políticas estuviesen mayoritariamente con el
liberalismo”.54
Históricamente, en Colombia el Partido
Liberal ha tenido la habilidad para atraer a sus filas a muy diversos sectores
que en muy distintos periodos se han considerado de oposición al
establecimiento. Por ejemplo, durante los años treinta integró a sus filas a un
amplio grupo de exmilitantes del Partido Socialista, justo cuando esta
agrupación se transformó en el Partido Comunista Colombiano. En otras palabras,
el Partido Liberal, incluso desde los años treinta, “absorbió a los nacientes movimientos socialistas, subordinó al
sindicalismo incipiente y asumió muchas banderas que en otros países llenaron
los movimientos populistas”55.
Por esta misma época, el líder liberal
Jorge Eliécer Gaitán creó la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR),
movimiento de muy efímera duración en los tiempos en los que las lealtades
partidistas eran muy arraigadas y, por tanto, para no distanciarse del pueblo,
Gaitán optó por retornar al seno del liberalismo. El investigador Gary Hoskyn
decía al respecto que por esa época en Colombia se nacía con el rótulo
partidista pegado
al cordón umbilical. Ante
el asesinato de Gaitán en abril de 1948, la Iglesia colombiana absolvería a los
amigos del régimen conservador de Mariano Ospina Pérez, así incurrieran en prácticas
violentas para defenderlo, como reacción a los sucesos del Bogotazo.
Así lo relata Beaulac, embajador de los
Estados Unidos en Colombia, en un informe confidencial al secretario interino
de Estado, Lovett, en un comunicado del 11 de abril de 1948: “El párroco de Santa Ana, en Teusaquillo,
dijo en un sermón que era justo o correcto portar armas y disparar contra
cualquier persona que esté saqueando o produciendo incendios”. A lo cual
añadía: “Si ustedes matan a un saqueador no vengan a
confesarse conmigo. No es pecado”56.
Incluso en tiempos del gobierno de
Laureano Gómez (1950-1953), el ministro de Educación de la época dirigió una
circular a los directores departamentales de educación referida a la necesaria “cristianización de la enseñanza oficial”.
Parte de esta cruzada consistió en el despido de las escuelas de maestros y directores
de colegios pertenecientes al Partido Liberal.
Puede afirmarse entonces que, durante la
primera mitad del siglo XX, Colombia estuvo sumida entre tradición y
modernidad. La Iglesia, con su fuerte poder, se opuso a los intentos de cambio
que pretendieron generar los gobiernos liberales que dirigieron el país a
partir de 1930 y hasta 1946 57. Estos cambios suponían
mayores derechos para la clase trabajadora y mejores condiciones de vida, luego
de décadas de movilización social.
Posteriormente, a comienzos de los años
sesenta, cuando ya se temía la influencia de la Revolución cubana sobre el
país, también encontramos evidencias del activismo político de la Iglesia
colombiana a instancias del Frente Nacional. Por ejemplo, la Pastoral
Arquidiocesana de Pamplona emitió un comunicado (sobre
la contienda electoral de ese año) en el
cual declaraba que quienes ayudasen al comunismo incurrirían en grave pecado:
“Los que profesan la doctrina materialista y
anticristiana de los comunistas, y en primer lugar los que la propagan,
incurren por ese mismo hecho como apóstatas de la fe católica en excomunión
reservada a la santa Sede Apostólica. No es lícito afiliarse al Partido
Comunista o apoyarlo porque el comunismo es materialista y anticristiano […]. Tampoco
es lícito para los católicos dar sus votos en la elección de representantes
populares a los partidos o candidatos que, sin profesar principios contrarios a
los de la doctrina católica o atribuyéndose abiertamente la condición de
cristianos, proceden no obstante de hecho unidos con los comunistas, o actúan
en su favor…”.58
Conclusiones generales
Como se puede apreciar, las luchas y
protestas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia no fueron
un fenómeno aislado del contexto internacional, lo cual no significa que
obedecieran exclusivamente a influencias foráneas sino que fueron consecuencia
de un capitalismo voraz que, en aras de modernizar, no tuvo reparo en explotar
al máximo a la joven clase trabajadora, aprovechando la inexistencia de normas
laborales avanzadas que velaran por ella. Asimismo, utilizando la represión y
la estigmatización de la protesta, fue posible que el Estado, en asocio con la
Iglesia, intentara neutralizar el auge de los sindicatos y el fortalecimiento
del movimiento social urbano. El país fue laxo con el gran capital que llegó a
modernizar y a imponer un orden que no respetó los derechos de los obreros. Más
bien se estigmatizó su lucha asociándola con los movimientos anarquistas,
bolcheviques o comunistas que tuvieron influencia en el país.
48 Archila, “La clase
obrera colombiana (1886-1930)”, 228.
49 Alfonso López
Pumarejo, citado en Luis Alarcón, “Educar campesinos y formar ciudadanos en
Colombia durante la
República liberal (1930-1946)”, Investigación & Desarrollo (Universidad del
Norte) 18, n.o 2 (2010),
299.
50 Tirado, “Colombia:
siglo y medio de bipartidismo”, 149.
51 Berquist, “Las luchas
del campesinado cafetero”, 301.
52 La Defensa Social (Bogotá), 1924, citado en
Cronshaw, “El problema social en Colombia”, 208-209.
53 Gary Hoskin habla de
“una tradición de cooptación y compromiso de las élites como mecanismo
para mantener el
sistema”. Gary Hoskin, “Los partidos tradicionales: ¿hasta dónde son
responsables
de la crisis política?”,
en Al
filo del caos. Crisis política en Colombia de los años 80, eds. Francisco Leal y
León Zámocs (Bogotá:
Tercer Mundo Editores e Iepri, 1991), 146.
54 Posada, “Las elecciones
presidenciales en Colombia en 1930”, 5.
55 Eduardo Pizarro, “El
bipartidismo colombiano: entre la guerra y la conversación de caballeros”,
en Los retos de la
democracia. Viejas y nuevas formas de la política en Colombia y América Latina, eds. Clara Rodríguez y
Eduardo Pizarro (Bogotá: Fundación Foro e Iepri, 2005), 102.
Historia Caribe -
Volumen VIII N° 22 - Enero-Junio 2013 pp 167-193
56 “Foreign Relations”, Western Hemisphere
IX
(1948): 39.
57 Alarcón, “Educar
campesinos”, 298.
Leer
y compartir con lxs compañerxs a partir de:
1.
Encontrar la idea principal del texto, 2. Cuál fue la posición adoptada por la
iglesia católica frente a la protesta social y los movimientos obreros 3. Qué características generales tuvo la poción
política de los partidos tradicionales frente al movimiento obrero 4. El
contexto histórico mundial en el que se desarrolla. Entre otras categorías que
quieran analizar. 5. Relación de la conclusión general con el texto.
Instrucciones para la lectura y elaboración del
taller
Ciencias sociales 9°
Maestra Paula Giraldo
Los textos son de un artículo que se llama Movimiento obrero y
protesta social en Colombia, saqué seis partes para leerlas en equipos, deben dividirse
de forma que no sobre ninguna parte del documento, sugiero que sea de a tres como ya habíamos hablado, quienes
quedan por fuera pueden articular algunos grupos de 4 de elección libre.
Ya saben que las copias son solidarias por lo que deben devolverlas
al o la representante de grupo para que los entregue en el otro grupo
finalizada la clase. Anoten bien el grupo que les toca.
Deben entregar un análisis por grupo, en hojas y bien marcado.
Les dejo el documento completo en el blogger, cuya dirección
electrónica está también en los documentos:
https://cienciassocialesactivaspaula.blogspot.com/2019/08/ayudas-9.html
La lectura y análisis del texto está planeada para dos horas, máximo
3.
La socialización de resultados la hacemos cuando yo regrese, por lo
que les pido compromiso y participación de forma que a la hora de sustentar
todos y todas manejen conceptos básicos y puedan establecer posturas críticas
frente al tema.
En las horas que les queden adelanten el traje para la comparsa, en especial
las coronas de flores que socializamos en la reunión y la terminación de las
animaciones que pueden enviármelas al correo electrónico para revisarlas y
hacerles las observaciones, si hay que mejorar algo.
paraular@gmail.com
Espero verles pronto y que disfruten la lectura, gracias
Atentamente;
Su maestra Paula Giraldo
Buenos días este es el texto que vamos a leer esta semana (23-27 de septiembre)
Lectura
de texto
La participación política de las mujeres en Colombia
Las mujeres en Colombia pudieron votar oficialmente el 1
de diciembre de 1957, durante el plebiscito que consultaba el nacimiento del
Frente Nacional. En esta fecha histórica participaron 1.835.255 mujeres. El
voto femenino se logró en el país gracias a la reforma constitucional
realizada el 27 de agosto de 1954.
La situación de desigualdad de la mujer se ha vivido en
el mundo entero. Las mujeres sin importar su nacionalidad han tenido que
luchar por el derecho, entre otras cosas, al voto y acceso a cargos públicos
en igualdad de condiciones. Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX,
la mujer colombiana estaba relegada a ser una ama de casa y madre. Solo hasta
1932 se comenzó a ganar terreno, cuando a través de la ley 28 se reconoció
igualdad en el campo de los derechos civiles.
El Congreso de la República formuló una reforma a la
Constitución en 1945 con la que la mujer logró reconocimiento de derechos
ciudadanos e igualdad con los hombres mayores de 21 años. A pesar de los
avances, el sufragio no fue autorizado lo que causó gran malestar. En 1947
fue cuando se presentó el proyecto de ley que permitió el voto a la mujer.
Hubo apoyo y por supuesto fuerte oposición de diferentes sectores políticos.
Al final el proyecto quedó archivado, argumentando que había proyectos más
prioritarios.
Aunque las mujeres ya podían ocupar cargos públicos de
alto nivel, el derecho a votar sorprendemente no estaba autorizado, lo que
hizo inminente que la discusión se retomará en el Congreso. En 1946 la
Organización de Naciones Unidas - ONU llamó la atención a los países de
América que todavía no habían establecido el derecho al voto femenino en sus
Constituciones.
Cuando Gustavo Rojas Pinilla decidió promover la reforma
constitucional para conceder el derecho al voto femenino, tanto para elegir
como para ser elegidas, se concedió en primera instancia el derecho a contar
con una cédula de ciudadanía, determinando que para las mujeres este número
de identificación fuera superior a 20 millones. La primera mujer colombiana
con cédula de ciudadanía fue Carola Correa de Rojas Pinilla, esposa del
general y su número fue 20.000.001.
Al mismo tiempo el general decidió elegir a la primera
mujer en ocupar un ministerio público,cargo que ocupó Josefina Valencia
en el Ministerio de Educación. De acuerdo con cifras de la Registraduría
Nacional del Estado Civil, consultadas al 24 de agosto de 2016, este es el
Censo Electoral actual de Colombia:
·
Potencial electoral:
34.899.945 millones
·
Total mujeres:
18.047.321 millones
·
Total hombres:
16.852.624 millones
Como
dato curioso, las mujeres votaron por primera vez en Colombia en el
plebiscito de 1957, con el cual se dio inicio al Frente Nacional. Este
plebiscito ha sido el único en la historia del país, hasta el 2 de octubre de
2016, cuando se llevó a cabo el Plebiscito por la paz, en el marco del
Proceso de Paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla FARC-EP.
Aquí están los links de los vídeos que hemos visto como insumo de las clases sobre la radionovela en Colombia, la participación política de la mujer en Colombia y el libro el cristo de espaldas que estamos leyendo.
https://www.youtube.com/watch?v=h17f-zb7WZA
Estos son los textos sobre Frente Nacional que les servirán de insumo para realizar sus comentarios de análisis, recuerden interactuar con otras publicaciones de compañerxs.https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php/El_Frente_Nacionalhttps://bibliotecanacional.gov.co/es-co/proyectos-digitales/historia-de-colombia/libro/capitulo12.html Aquí les dejo el plan de mejoramiento de periodo 3
Espero que en este taller puedas
encontrar elementos que te ayuden a superar las competencias del área de
sociales de periodo 3, les deseo un trabajo dedicado y buena comprensión.
1. Elabora
un cuadro comparativo de ventajas y desventajas de la crisis económica de 1929.
2. Analiza
al menos tres estrategias sociales llevadas a cabo por medio de la política de
la regeneración.
3. Realice
un mapa de Colombia donde ubique las principales zonas cafeteras del siglo XIX.
Y explique lo implicó el café para la economía del país durante el siglo XIX y
principios del XX.
4. Explica
con tus palabras por qué a la indemnización que recibió Colombia por parte de
EEUU por la pérdida del Canal de Panamá, se le conoce en la historia como la
danza de los millones, y argumenta tu respuesta citando ejemplos y consecuencias.
5. Elabora
un video de animación donde narres lo sucedido con la guerra de los mil días y
la pérdida del territorio de Panamá. (Puedes usar una aplicación de tu
preferencia, y este punto lo puedes hacer con otrx compañerx que está en
proceso de mejoramiento)
6. Elige
dos ideologxs de los movimientos obrerxs en Colombia, un hombre y una mujer y
realiza sobre ellxs un plegable explicando sus luchas, objetivos y alcances
durante la primera parte del siglo XX.
7. Escoge
una de las principales industrias de principios de siglo en Colombia y realiza
un mapa conceptual donde expliques su desarrollo, estrategias, situación de los
derechos laborales, luchas obreras asociadas a esta industria, contribuciones a
la economía del país.
8. Escribir
un escrito tipo ensayo, usando todos los puntos anteriores, para hacer un
retrato de lo que para ti ha sido la historia, la sociedad y la cultura de
nuestro país en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Presentar en
un trabajo escrito, puede ser enviado de manera digital, con normas APA,
respetando fuentes, citando la bibliografía y con pies de página.
Buenos días este es el texto que leeremos sobre historia de las guerrillas en Colombia, trabajaremos en clase la parte de la historia, pero esta completo por si quieren profundizar.Lo que haremos: leer el texto, realizar un mapa conceptual por grupos aleatorios, y finalmente realizaremos las conclusión individuales que deben publicarlas acá en el blogger. Estaremos trabajando en esto entre el 28 y el 8 de octubre , depende del grupo, ya que estamos realizando también el taller de derechos y diversidad étnica, recuerden traer cada unx un pincel y vasitos reciclados. |

Maria José Mesa Ruiz
ResponderBorrarEl frente nacional, fue como la paz infrinjida por el gobierno para que no hubiera más guerra entre el partido liberal y el conservador, esto fue de gran beneficio y de ayuda para la gente y más para la liberal aue sufría las consecuencias de ser perseguidos por el partido conservador.
Julian sanchez
ResponderBorrarQue la ribalidad entre los dos partidos llego a la violencia
Miguel ángel mira mejia
ResponderBorrarQue los dos partidos hicieron un acuerdo.
Con la idea de acabar la rivalidad entre los dos partidos.
Esto conjugó que fuera el partido liberal o conservador que estuviera arriva, hiban a tomar sus opiniones.
El liberal alberto lleras camargo y el conservador laureano gómez firmaron el pacto de Benidorm,el 24 de julio de 1956,para dar inicio al frente nacional en el cual los partidos se turnarian la precidencia y se repartirian la burocracia alos diferentes niveles de gobierno
ResponderBorrarEl frente Nacional es como la paz del gobierno, el partido conservador perseguía a él partido liberal, el 24 de julio de 1956 firmaron el pacto de Benidorm
ResponderBorrarEl frente Nacional fue coalición política en 1958 entre el partido liberal y conservador frente a la llegada de la dictadura militar en 1953, los representantes de ambos partidos de reunieron para discutir la necesidad de un pacto entre ambos partidos.
ResponderBorrarEl frente Nacional tubo una gran participación, junto al partido liberal y concervador para solucionar los conflictos de la violencia y enfrentamientos políticos.
ResponderBorrarEl secuestro del jefe conservador Alvaro Gomez por el M-19 llevo a la reanudación de las conversaciones con ese grupo, y finalmente a su entrega de armas.
ResponderBorrarPara las elecciones de 1990 fue asesinado el candidato liberal y seguro ganador de la contienda, Luis Carlos Galan.
Los representantes de ambos partidos viendo la crisis para este momento deciden reunirse para dar solución a través de un pacto para formentar la presencia en el poder bipartidismo.
ResponderBorrar-Samuel Vallejo Álvarez.
Julian Sanchez
ResponderBorrarA finales del año cincuenta del siglo pasado los partidos. Liberal y conservador que hicieron un acuerdo que plasmaron a Alberto lleras con la idea de acabar con la ribalidad politica a traves del cual los dos partidos alternaban el poder del estado durante 16 años
Jhony Jaramillo:
ResponderBorrarLa discusión sobre la conveniencia del modelo ideado ha sido objeto de mucha controversia, y no es el caso entrar aquí a discutir si sirvió o no, pero lo que sí es cierto es que impuso en nuestro país unas costumbres que parecen no haberse erradicado.
Fue un pacto entre liberales y conservadores entre los años 1958 a 1974,esto lo hicieron con el propósito de acabar con la guerra que había entre ambos partidos.
ResponderBorrarMateo chica :
ResponderBorrarDurante la mitad del siglo xx los partidos liberal y conservador eran los más apropiados en la cuestión de elecciones, en este se sabía quién era conservador y liberal y actualmente no se sabe quien es quien
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarEl frente Nacional fue un pacto político entre liberales y conservadores en colombia entre 1958-1974,en gobierno colonial la distribución de ministerrios y la burocracia en las tres ramas del poder ejecutivo también fue un tercer partido para desplazar a los dos tradicionales.
ResponderBorrarMilena Rojas Chaverra
El frente Nacional dio fin a la violencia bipartidista del país y aunque algunas guerrillas liberales se desmovilizaron nacieron otras como: Las FARC,el ELN, EPL y en 1970 el M-19
ResponderBorrar-Alexis Alvarez Ruda
Leonela Jaramillo Acosta
ResponderBorrarEn 1956 Alberto lleras Camargo busco acercamientos con los conservadores para proponerles la creación de un binomio liberal conservador para recuperar las riendas democráticas y civiles del país también el frente liberal tubo una participación con el partido liberal y el conservador para solucionar enfrentamientos políticos
Sara hernandez.
ResponderBorrarEl frente Nacional tuvo una gran participación junto al partido liberal y conversador . que los los partidos hicieron un acuerdo con la idea de acabar la rivalidad entre ellos.sara hernandez
ResponderBorrarColombia cuenta con un sistema político relativamente libre y abierto en el cual participan un buen número de partidos. Los dos mayoritarios han sido de manera tradicional el Partido Social Conservador, favorable a un fortalecimiento del gobierno central y de la relación estrecha con la Iglesia católica, y el Partido Liberal, partidario del fortalecimiento de los gobiernos locales y de la separación de la Iglesia y el Estado.
Natalia Cano Giraldo
Mateo soto
ResponderBorrarSe le llama frente Nacional a un pacto político en colombiano entre los conservadores y liberales, a lo cual llegaron los partidos políticos tras una larga guerra
Cáterin Medina:La rivalidad de el partido liberal y el conservador hizo que hubiera violencia y para que esto acabara intesedio el frente nacional que fue la paz para que éstos dos partidos dejarán la guerra
ResponderBorrar